Poner límites

Aprender a poner límites es uno de los básicos e imprescindibles para una sana autoestima. Es importante saber defenderte y delimitar tu territorio y necesidades para no permitir que el resto los invada.
Las libertades propias acaban donde empiezan las de los demás, eso es algo aplicable para nosotras y para el resto, de hecho lo aprendemos desde la infancia. El problema surge cuando el límite entre unas libertades y otras no está correctamente establecido.
Nuestro mundo interno se proyecta en las cosas cotidianas que nos rodean: la comida, la casa, la economía, la ropa, la gestión del tiempo…
Por eso poner límites físicos a las cosas (poner un tope a la comida, a las drogas en caso de adicciones, cerrar la puerta y que no entre nadie si no quiero, gestionar mis horarios y mi tiempo, obtener mi propio dinero y no sentir que abusan de él o que alguien tiene poder sobre mí por dármelo…..) nos ayuda a poner límites emocionales con las personas.
¿Qué significa poner límites?
Los límites son líneas reales o imaginarias que marcan el fin de una superficie o cuerpo o la separación entre dos entidades. Suelen indicar un punto que no debe o no puede sobrepasarse.
Los límites físicos suelen estar claros. Los límites emocionales son más confusos y hay que aprender a establecerlos.
Es decir, que para poner límites hay que tener muy claro lo que consideramos propio, ya sean pertenencias, derechos, opiniones, etc., y tener la confianza de hacérselo saber a los demás en el momento oportuno y no dejar que nos quiten el lugar que nos corresponde. Si quieres poner límites de una forma efectiva, has de aprender a gestionar tus emociones. Si surgen las sensaciones de culpa, de atropello, etc y te dejas llevar por la ira ni o el decaimiento, te va a costar mantener una actitud firme y serena.
Cuando cedemos ante un abuso, minamos nuestra autoestima y ayudamos a crear un patrón en el que el abusador volverá a chantajearnos con aún mayor fuerza.
¿Qué me frena a la hora de poner límites?
Hay diversas razones por las que nos puede costar poner límites y va a depender mucho de la persona. Sin embargo sí que hay tres miedos que surgen de manera habitual al delimitar a otros.
Miedo a ser egoístas
A veces nos inculcan desde niños que debemos ayudar siempre, y una vez somos adultos nos sentimos mal porque no estamos acostumbradas a decir no. Puedes tener la sensación que el poner límites significa no pensar en el otro y ser mala personas y nada más lejos de la realidad. Poner límites tan solo te ayuda a querer mejor tanto a ti como al resto.
Miedo a la soledad
También puede surgir la sensación de que si empezamos a marcar límites vamos a quedarnos solos, que la otra persona va a querer dejar de estar vinculada a nosotras y el miedo a la soledad da entonces un salto para manifestarse de manera terrorífica e intensa. Ten en cuenta que es un miedo irracional que en numerosas ocasiones podemos sentir porque evocativamente somos seres gregarios y el cerebro cree importante que le gustes a la manada o grupo. Sorpresa: ya no vivimos en cuevas y quien te quiere de verdad, te va a querer igual o incluso más sanamente si estableces tus límites personales y respetas los suyos propios. Confía, una vida en la que respetemos y honremos nuestros límites merece mucho la alegría y la práctica.
Si con tal de que no se rompan una relación y evitar quedarte sola, permites a los demás cosas con las que note sientes cómoda esa relación no va a ser sana ni nutritiva. Piénsalo.
Miedo a mostrar vulnerabilidad
Cuando creemos que podemos con todo, y nos creamos una máscara defendiendo nuestra autosuficiencia como una forma de dificultad de mostrar vulnerabilidad, accedemos a sobrecargarnos con todo y no solemos poner límites a los demás. Una parte de nosotras quiere ser omnipresente y piensa que pedir ayuda es mostrar una vulnerabilidad que rechaza.
Sin embargo, si estás leyendo esto eres humana y no un robot
Por todo esto es mejor poner límites en los ámbitos que consideremos y así evitarnos una buena dosis de estrés.
¿Por qué es tan importante aprender a poner límites?
A veces priorizamos las necesidades de los demás sobre las nuestras y nos sentimos culpables si decimos «no» ante una petición de otra persona.
Las personas dominantes, por naturaleza, tienden a ocupar más espacio escénico, mientras que las personas con personalidades más sumisas tienen a intentar no entrar en escena. Suelen ser patrones inconscientes que aprendemos al crecer y a los que hay que poner luz para así mejorar nuestra gestión propia y ajena. Una persona con un carácter más dominante no actúa como muestra de menosprecio hacia los demás sino porque quizás han ejercitado menos la capacidad de empatizar o de dudar de sus propias decisiones.
Obviamente esto no siempre es así; y hay quien disfruta no solo dominando, sino, humillando a los demás. No vamos ahora a empezar a debatir el por qué una cosa o la otra. tan solo dejar claro que tus límites tienen el mismo valor que los del resto y si no lo has hecho antes, es importante que aprendas a detectarlos y comunicarlos para mejorar la calidad de tu relación contigo misma (autoestima) y con el resto.
¿Cómo empiezo a poner límites?
Si has detectado que pecas de alguna de las cosas nombradas anteriormente, veamos 7 trucos para comenzar a poner límites.
1. Identifica cuáles son tus límites y necesidades
Lo principal es comenzar a identificar cuáles son las situaciones que nos provocan malestar. No siempre hemos aprendido a escuchar nuestras emociones «negativas» o de malestar. ¿Sabrías identificar cuándo no estás cómoda con tu pareja? ¿y con tu familia? ¿con tus amistades? ¿qué me dices de cuando estás con tus compañeros de trabajo?
Aunque de primeras no hagas nada al principio, es necesario este ejercicio de autoobservación. Cuanto más claridad tengamos identificando estas situaciones y momentos, más sencillo nos será ir estableciendo los límites necesarios para proteger y maximizar nuestro bienestar.
2. Acéptate y ámate
No autoexigirte perfección desde el principio (o el final) es también esencial. La falta de límites en tus relaciones puede ser debido a una baja autoestima o unas creencias erróneas como que para gustar al resto has de agradar, o que si dices «no» a la petición de alguien vas a tener consecuencias negativas que no vas a saber gestionar (o no quieres gestionar), etc.
Poner límites es una práctica de autoamor que requiere de tiempo y repetición. No siempre va a ser fácil o agradable, pero desde luego siempre te va a ayudar a ir acercándote más y más hacia tu mejor versión.
3. Respeta los límites de los demás
Es injusto pedir algo que no damos. Si quieres que tu entorno respete tus límites, peticiones y tiempos es justo empezar a detectar y respetar también los límites del resto.
Por ello es importante que seas congruente contigo y analices si tu respetas los limites de las demás personas ¿Cómo reaccionas cuando un amigo, compañero de trabajo, familiar o pareja establece sus propios límites? ¿Te sientes rechazado? ¿respetas los limites de esa persona? Pregúntatelo no con el objetivo de sentirte mal, sino de crear consciencia de si das lo que estás trabajando en recibir.
4. Establece límites también contigo misma
Los límites contigo misma pueden ser parte de tu autodisciplina. Este proceso de aprendizaje pasa por aceptar lo que sientes, identificar tus propios límites y comenzar a respetar tus deseos y cumplir tus palabras. ¿Entiendes que todo comienza en el interior? Como tú sabes lo que buscas y por qué lo buscas te será más fácil cumplir tus propios acuerdos, pues sabes de dónde provienen y lo importantes que son para ti. No se trata de darte con el látigo por las veces que no lo has respetado, sino de practicar ese autorespeto y compromiso por llevar tus deseos al mundo material.
5. Practica la asertividad
Puedes decir lo que piensas y necesitas siendo educada y firme. No es necesario decir las cosas con brusquedad, borderías o subidas de tono. Hablaremos de la asertividad en otro artículo pero recuerda que cuanto más respetuosa y firme seas hablando más seguridad y respeto producirás tanto a nivel interno (tú para ti) como a nivel externo (de los demás hacia ti).
6. Aprender a decir «no» empodera
Decir no es el «santo grial» para comenzar a respetarnos y ponernos en nuestro sitio. Para comenzar a poner límites tenemos que empezar a practicar el «no» cuando no nos apetece algo, para no dejarnos intoxicar por el miedo al qué dirán, a que se enfade el otro o pensamientos basados en creencias erróneas como «si digo que no cuando puedo decir que sí soy una mala persona»
w
«Poner límites marca la línea desde donde puedo amar al otro sin dejar de amarme a mí»
Hablaremos largo y tendido sobre cómo decir NO y sentirnos bien haciéndolo. SI te dijera ahora que decir que no es sencillo me estaría marcando un farol importante: lo sabes tú y lo sé yo. Es normal sentir malestar si nos damos cuenta de que estamos en una relación que no es igualitaria, o la otra persona se ofende y no respeta ese límite que estamos poniendo. Piensa que las personas que se benefician de tu falta de límites son las que luego se molestarán de que los pongas. También es normal que aparezca un «no sé qué es lo que yo quiero». Si constantemente has antepuesto las necesidades del resto a las tuyas propias, puede que te cueste conectar con las necesidades propias, ya que has aprendido a ignorarlas y desaprender eso puede llevar un tiempo.
7. Recuerda tu valor
Eres una persona valiosa y tienes derecho a decir lo que piensas y a actuar en consecuencia. ESTÁ BIEN no querer hacer lo que quiere el resto, tener opiniones diferentes y manifestar tus deseos. Los demás van a quererte igual si te quieren bien, y sino recuerda que a veces llega un momento en el que lo que no suma te está restando.
Ojalá este artículo te haya ayudado y te ayude en el reto de identificar tus límites y aprender a comunicarlos desde el amor 🙂
Cuéntame qué te ha parecido o comparte con alguien a quien sientas que le puede ayudar
Un abrazo y feliz día,
Beax