No seas una persona complaciente

Nadie nace siendo complaciente. Si ha día de hoy eres de ese grupo de personas serviciales que priorizan las necesidades de los demás a las tuyas propias, puede que sea porque has desarrollado una personalidad complaciente. Quizá no es un rasgo que veas en ti, sino en una amiga, prima o hermana.
Como ya hemos hablado varias veces, nuestra personalidad se va formando según crecemos y nos relacionamos con nuestro entorno particular, de manera que suele haber una relación directa en cómo eres y cómo ha sido tu entorno al crecer. Después de haber hablado de este tema varias veces en sesiones estas últimas semanas, he decidido que quizá a todos nos viene bien poner un poco de luz en el tema.
Una persona complaciente trata de agradar por miedo
Este tipo de personas buscan agradar al otro para lograr así su aprobación. Así de simple. Si conoces a alguien que antepone al resto a sus propias necesidades, que aunque no quiere cede a las peticiones de su entorno, que busca que sus actos sean aprobados por los demás aunque en el interior él o ella no estén de todos satisfechos con los mismos… tendrás entonces localizada una persona complaciente.
No es una categoría clínica, pero sí es habitual en nuestra sociedad toparnos con personas que siguen este patrón de comportamiento que además no dejan de perjudicarse a sí mismas. Si tienes baja autoestima, es relativamente sencillo de detectar si buscas complacer al resto antes que a ti misma.
Y es que en estos casos predomina la mirada hacia fuera a la hora de tomar decisiones ya que lo más importante es ganarse el visto bueno del entorno.
Origen de la persona-lidad complaciente
Una persona complaciente tiene el origen en la mayor parte de los casos en una infancia en la que predomina el conflicto familiar. Si tu padre o tu madre eran narcisistas o controladores, de manera inconsciente tú recibiste la orden de «desaparecer».
Es habitual que este tipo de padres silencien las opiniones de sus hijos regalándoles el mensaje siguiente: «lo que tú opines no importa». Además, si estos tenían ataques de ira o enfado grandes, los niños aprendieron a desaparecer y complacer para evitar la ansiedad y sufrimiento asociados a esos episodios. Si además esos episodios podían volverse violentos y tensos, lo hijos aprenden a evitarlos a cualquier precio.
Rasgos generales de las personas complaciente
Es bueno aprehender a detectar los rasgos generales de las personas complacientes no para juzgarlas (o juzgarte) sino para aprender a lidiar con ellas (o contigo misma) de forma más saludable. A continuación te explico los más comunes:
Baja autoestima
Como ya hemos comentado antes, algo muy notable es la baja autoestima que tiene la persona, ya que para poder sentirse bien consigo misma ha de conseguir que el resto se sienta bien con ella primero
No es capaz de sentirse bien, valiosa y querida sin el reconocimiento externo por sus logros y acciones. En estos casos depositamos en el otro la posibilidad de ser o no valiosas en lugar de colocarnos donde realmente nos corresponde por derecho propio.
Perfeccionismo
Tratan de hacer todo muy bien para evitar la crítica y el conflicto. Evitan las emociones que les generan las críticas (tanto internas como externas) a través de la búsqueda de la perfección. Esta puede manifestarse en algunas áreas específicas o en general.
Pregúntate: ¿Buscas mostrar solo tus luces? ¿Quieres lograr la perfección y la excelencia y te irrita no conseguirlo? ¿Eres maniática con cosas? Obsérvate desde la curiosidad antes de responder y abraza las respuestas que surjan, sean las que sean.
Miedo al conflicto
Las personas complacientes tienen miedo a no agradar y el miedo al conflicto es algo que les supera. Toda acción que tenga riesgo de generar un conflicto va a ser pospuesta, excusada o cancelada ya que tan solo plantearse el enfrentar a alguien de su entorno va a generar demasiada ansiedad en su interior.
Por lo tanto, serán capaces de ceder incluso en áreas y temas importantes con tal de evitar que otros se disgusten o que la situación se torne intensa o negativa emocionalmente.
Tendencia al sentimiento de culpa
No ceder o priorizar sus propias opiniones o necesidades les genera un enorme sentimiento de culpa que no saben gestionar. Acostumbran a pedir «perdón» por todo y a asumir responsabilidades que no les pertenecen.
Duda e inseguridad
Su miedo al conflicto les hace sensibles a la inseguridad. No saben cómo actuar ante situaciones difíciles o problemáticas. Suelen dudar mucho antes de dar un paso y sentirse inseguras al hacerlo.
Extremo miedo al qué dirán
Les atormenta mucho el rechazo o la crítica externa. Son extremadamente sensibles a comentarios ajenos y modifican su conducta y decisiones en consecuencia para la evitación del conflicto.
Como ves, todo gira en torno a lo mismo: evitar conflictos y emociones con las que no aprendieron a lidiar en la niñez.
4 maneras de dejar de ser una persona complaciente
Si te has sentido identificada en lo anterior, tranquila que todo tiene solución en esta vida mientras nos quede aliento. Lo primero es siempre tomar consciencia y darte cuenta de que estás manifestando un patrón de conducta que te perjudica. Lo segundo es empezar a educarte en cómo cambiar y ponernos manos a la obra.
A continuación te propongo 4 maneras de comenzar a darle la vuelta a la tortilla para que pronto esa tendencia de complacer y priorizar a los demás sea cosa del pasado.
1. Aprende a identificar tus necesidades y priorizarlas
Esto es fundamental y puede parecerte complicado al principio. Cuando llevamos muchos años acallando esa voz interna que nos dice lo que queremos y necesitamos porque se nos ha inculcado esa creencia inconsciente de que lo que nosotros pensemos no importa, empezar a identificar estas necesidades, valores y deseos puede costar.
No desesperes. Puedes comenzar haciendo una lista de qué es importante para ti, cosas que te gustaría lograr o áreas que te gustaría mejorar y comenzar a marcarlas como prioridades. Si notas que te es muy dificil,
2. Practica el decir «no»
En este artículo veíamos la necesidad de poner límites, y decir no es una manera fabulosa de practicar con ello. Comienza desde ya a declinar con amor y respeto toda propuesta que no respete tus límites y tus deseos.
¿Salir el jueves por la noche cuando el viernes tienes una reunión importante? «No, gracias». ¿Cuidar al hijo de la vecina el fin de semana que justo te vas de vacaciones? «No, lo siento, no voy a poder». ¿Hacer horas extras así sin más? «Lo siento, no puedo excederme en mi horario hoy. Pero para futuras ocasiones, ¿cómo se compensan económicamente estos esfuerzos fuera de horario laboral?».
3. Antepón la calidad a la cantidad
Cuando dejas de complacer a todo hijo de vecino, las personas que sacaban provecho de ello quizás comienzan a oscilar en tono a otras que sí sacien sus deseos. Es parte del proceso de autorespeto el rodearte de menos gente interesada y comenzar a identificar y disfrutar más de las personas que dan tanto como tú.
Pregúntate: ¿puedo realmente contar con todos mis «amigos»? ¿Con quién sí? ¿Con quién no? ¿Por qué es esto? ¿Para qué mantengo entonces estos lazos?
No se trata de hacer un Marie Kondo visceral, sino de comenzar a ver e identificar las fugas de energía.
4. Identifica el origen de tu culpabilidad
Decir que no (y decir adiós) a personas, hábitos o peticiones que te resultaban tóxicas o negativas en este momento de tu vida puede que te genere un sentimiento de culpabilidad difícil de gestionar y es normal.
Sentimos culpa cuando rompemos o creemos haber roto ciertas normas o significados tanto personales como sociales. La culpa es una emoción que evocativamente nos ha ayudado a mantenernos a salvo y dentro de la manada, tribu o rebaño. Una emoción que busca el evitar el dolor que produce el ser rechazados por el clan y tener que pagar las consecuencias.
Te cuento muchas veces que la mente no distingue el dolor físico del emocional, el real del imaginario y la culpa nos hace conectar con ese dolor para evitarlo.
Es fundamental que aprendas a identificar el origen de tu culpabilidad para descubrir si es legítima y te está ayudando a sanar, evolucionar y ser mejor persona o si por el contrario está frenando y truncando esa sanación y evolución.
Tienes derecho a sanar, cambiar y transformarte en la persona que deseas y tienes potencial para ser. Recuerda que no estás sola y que si necesitas un cable, estaré encantada de acompañarte.
Espero que este artículo te haya ayudado a poner luz en este tema y a ayudarte a transformarlo para mejor.
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¿Conoces a alguien que te resuene con este tema?
¿Qué haces tú para darte cuenta de cuando estás complaciendo desde la herida y no desde el ser?