Ley del espejo

Estas semanas me han preguntado en las sesiones sobre la ley del espejo, y me pareció interesante hablar de ella por aquí.
La ley del espejo afirma: “El mundo exterior actúa como un espejo, reflejando tanto nuestra luz como nuestra sombra, siendo un retrato de nuestro mundo interior”.
Lo curioso es que esta ley ha sido estudiada tanto por la psicología, como por filosofías orientales que usan el propio individuo y su «visión» del entorno, como un reflejo de cómo son y cómo están en su interior. ¿No te ha pasado alguna vez que te ha molestado enormemente la forma de actuar de otra persona cuando hacía algo con lo que tú no estabas de acuerdo? Un rechazo visceral, algo de dentro, que duele. Veamos qué puede estar detrás
La Ley del Espejo como regla mágica
Existe un cuento precioso que te recomiendo enormemente que se titula tal que así «La ley del espejo», de Yoshinori Noguchi. Este libro lo puedes encontrar en Amazon o en tu librería favorita y es fácil de leer y muy emotivo. Dicen que la mejor manera de aprender sobre algo y experimentarlo uno mismo, y te aseguro que su lectura no suele dejar a nadie indiferente.
El cuento, de Yoshinori Noguchi, narra la historia de una mujer preocupada por los problemas de adaptación de su hijo en el barrio, su dificultad para hacer amigos, su falta de amistades y su encierro en si mismo. La protagonista, se siente sola y perdida y no logra la ayuda que espera de su pareja para seguir adelante con los problemas de su hijo. Finalmente se pone en manos de un psicólogo que le propone un método sorprendente con la finalidad de ayudarla, la base del método no es otro que el de enfrentarse ella misma a sus propios problemas personales, para de ese modo poder entender y ayudar a las personas que tiene a su alrededor.
Cómo funciona la ley del espejo
Esta es una ley sencilla aunque en ocasiones puede parecer confusa. Porque si partimos de que nuestro mundo exterior hace de reflejo de nuestro mundo interior mucha gente salta. «Claro, y las cosas malas de la vida entonces ¿representan que yo soy mala?», «y si sucede un accidente que me trastoca la vida entera, ¿también es reflejo? ¿significa que estoy haciendo algo mal?». Y no, no funciona así. Vayamos ejemplo a ejemplo.
Que suceda un accidente es probablemente incómodo y desafortunado, ¿por qué ibas tú a tener la culpa? De hecho, ¿quién habla de culpas? Hablamos de responsabilidad, de darnos cuenta de lo que hay de nosotras en cada situación en lugar de mantener el sufrimiento que nos genera transitarla y además, sentirnos impotentes por no poder hacer nada.
De hecho esta ley es muy fácil de ver en los momentos en los que juzgamos a alguien. Vamos, no me digas que tú no lo haces, yo sé que sí. Yo misma juzgo personas y situaciones de manera clara —o de manera más sutil—, y cuando pasa y me doy cuenta, me pregunto: ¿qué estoy juzgando en realidad? ¿qué estoy rechazando? Si te atreves a mirar en esa brecha,
¿Qué refleja esto de mí?
Uno de mis maestros en India solía decir:
«Cuando apuntas con un dedo hacia alguien, hay otros tres dedos apuntándote de vuelta a ti».
Y a mí me costó un tiempo entenderlo, pero ahora lo veo claro. Cuando juzgo, envidio y condeno, hay algo en mí que está pidiendo ser visto. Por ejemplo, yo he juzgado a otras mujeres por «excesiva coquetería» en épocas en las que me costaba mostrarme y ser vista, he juzgado a parejas dándose —lo que yo consideraba— arrumacos de más en publico y me ha molestado especialmente en momentos en los que yo he estado mal con mi pareja o con el corazón roto. No sé, quizás también tú has sentido celos infundados en etapas en las que tu inseguridad tenía más peso y fuerza que tu confianza.
Si alguien te despierta emociones desagradables, aunque no lo sepas, hay muchas papeletas de que de algún modo refleje algo de ti misma que no quieres ver. Una buena idea es y será trabajar en ello, dándote espacio para permitirlo, sanarlo o liberarlo.
La ley del espejo y el perfeccionismo
Si sufres el mal hábito de tender al perfeccionismo este patrón o ley es quizás más fácil de detectar.
Como ya veremos en otro artículo, una persona perfeccionista busca mostrar al mundo sus luces y esconder de una u otra manera sus sombras. Cuando buscamos la perfección nos convertimos en duros jueces para nosotros mismos y a veces radicalizamos un poco más nuestras opiniones sobre lo que está bien, y lo que bajo nuestro prisma no está bien en absoluto.
Imagínate que te gusta que tu casa esté siempre «perfecta» y no toleras a las personas desordenadas. Y ya no es solo que no las toleres sino que te irritan y quieres darles con una sartén en la cabeza cada vez que te encuentras unos calzoncillos en el suelo, la cocina hecha unos zorros o desorden en los armarios.
Vale, que el orden es importante y yo soy la primera que lo defiende, pero es un ejemplo sencillo de ver.
Si te irrita, quizás hay algo que sanar
Quizás y solo quizás, si esto en particular te irrita puede que haya algo sin sanar ahí. Es posible que seas demasiado exigente contigo misma y te moleste que otros no mantengan tus estándares «con lo cansados que son». Quizás tienes asociado al orden o a la perfección la posibilidad de sentirte bien, y ver como otros entorpecen tu posibilidad de premio se despierte en ti el demonio. A lo mejor tan solo te cuesta mucho poner límites y al encontrarte frente a esta situación una y otra vez te enfadas contigo misma por callarte, y por seguir ordenando los desastres ajenos en lugar de afrontar el meollo con una comunicación directa y asertiva que cultive el respeto y el punto medio por ambas partes.
La pregunta es siempre la misma: ¿qué es lo que refleja este espejo de mí? Somos todos diferentes y de una misma situación a cada uno nos puede remover algo distinto, lo importante es poner el foco en una misma.
Esta ley lo que pretende es que a través de observarnos a nosotras y ver qué es lo que nos molesta, obtengamos más autoconsciencia de qué partes nuestras necesitan más amor y atención.
En el mail de hacen par de semanas compartí un ejercicio para trabajar la ley del espejo desde cuatro prismas diferentes. Hoy el ejercicio que te propongo es que cojas papel y boli y hagas un pequeño viaje en el tiempo conmigo. Deja que te explique…
Ejercicio para sanar con «La ley del espejo»
Te invito a tomar un momento para reflexionar en qué persona de tu entorno te genera sensaciones de enfado, rabia o resentimiento. Quizás es alguien de tu familia, tu pareja, tu jefe, tu compañera de piso o de trabajo, tu vecino… Da lo mismo. Una vez lo tengas, desarrolla los siguientes puntos:
1.Cosas que me molestan de ti, «Pepito»
Escribe en una hoja todo lo que se te ocurra (de lo más sutil a lo más denso). Cosas que hayan pasado, sensaciones que te haya generado, pensamientos negativos que te desate su persona… Lo que sea, lo importante es sacarlo y ponerle luz.
2.Cosas que te agradezco, «Pepito»
Puede sonar raro, pero dicen que quien más nos reta en ocasiones se convierte en un gran maestro. Escribe en este apartado todo lo que le puedas agradecer a esa persona, quizás su aparición en tu vida, trajo a ti algún que otro aprendizaje o bendición. Piénsalo y escribe.
3.Cosas que he hecho mal con «Pepito» y por las que me podría disculpar.
Bien, ahora que ya has desarrollado los dos puntos anteriores toca conectar con la humildad y reconocer tu parte humana. Ya que dicen que nadie es perfecto, y que, por lo tanto, ni tú ni yo lo somos tampoco, escribe en este apartado todas las cosas por las que podrías disculparte y pedir perdón a esa persona en cuestión. No hace falta que se lo digas, ni que lo sepa nadie más. Utiliza la hoja en blanco como un espacio privado en el que poner luz también tus propias sombras.
¿Sabes ya cómo funciona la ley del espejo? ¿Quieres saber más?
Puedes escribirme y compartir conmigo tus dudas o contestar en comentarios 🙂
Gracias por pasarte por aquí y feliz día,
La semana próxima hablaremos sobre cómo y porqué dejar de ser una persona sumisa (si lo eres o conoces a alguien que lo es).
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